martes, 1 de abril de 2008

Gerardo, el chef mexicano

Mis roommates eran buenos cocineros. Casi todos sus trabajos habían sido dentro de la cocina. Gerardo era el más hábil de todos. Era chef en un restaurante italiano en una zona exclusiva de Manhattan. Llegó a NYC el día que cumplía 16 años. Lo esperaba un primo que no veía desde que tenía 10 años. Hablaban rara vez por teléfono. A Gerardo le gustaba escuchar las historias de su primo, sobre edificios grandes, esos que se ven en las películas. Su primo siempre le ofrecía recibirlo y ayudarle a conseguir trabajo, no te preocupes carnalito ven, que aquí tienes todo, eso sí, el trabajo es duro.

Su primo había cambiado, casi ni lo reconoció cuando se encontraron en el Grand Central Terminal, en la puerta de Starbucks. El día que lo recibió le invitó unas Coronas para celebrar su cumpleaños que luego se las cobraría, en los yunaites nada es gratis, carnalito. Gerardo estaba cansado del viaje que había hecho sin parar desde México. Había caminado dos noches por el desierto junto con otras 35 personas. Lo habían trasladado en camionetas 4X4 por lugares donde no había pista. Tomó el Greyhound seis veces para llegar a NYC. En el camino solo comió hamburguesas. El coyote lo dejó en el Grand Central Terminal.

Consiguió trabajos de pora, que es el que limpia la cocina cuando el restaurante cierra; también trabajó de lavaplatos o disguacho, como decía él. Trabajó todos los días, sin descansar pensando en ahorrar para enviar dinero a su familia en México, construir su casa, traer a su hermano y regresar algún día a su pueblo convertido en un magnate. Luego de un año no tenía mas de mil dólares. Esta pinche ciudad es cara.

La imagen que tenía de USA había cambiando bastante. Ya no le gustaban los edificios grandes, ni la estatua de la libertad. Se sentía solo a pesar de tener a su primo, al cual casi ni veía pues trabajaba como él pero en horarios diferentes. Empezó a tomar y fumar marihuana en sus días libres. Luego lo hacia antes de trabajar y luego todo el tiempo. Sin embargo, era bueno cocinando. Aprendió a cocinar comida italiana rápidamente. Lo ascendieron de lavaplatos a ayudante de ensaladero, luego a ensaladero, al mes lo pasaron a la parrilla, y finalmente lo pasaron a la cocina. Dentro de la cocina mandaba y gritaba a todos los demás mexicanos, fuera de la cocina solo era un borracho mas de los que abundan en el Bronx.

Cuando lo conocí me preguntó qué buscaba en US, le dije que quería dinero y conocer NYC. Me dijo aquí no hay nada que conocer. Conforme pasaron los días me fui dando cuenta del por qué de su pesimismo. La vida en US no es como esperas que sea cuando estas en tu país. Tal vez ganes un poco mas que en México o Perú, pero lo cierto es que pierdes otras cosas. Como el cariño de tus familiares, las conversaciones con los amigos, una buena comida casera, etc.

Gerardo no había acabado el colegio cuando su familia junto el dinero que pedía el coyote para cruzar la frontera de mojado. Recordaba siempre como su familia lo despidió del bus que lo llevaba al DF. Su mamá le dio un dije de plata con la estampita de la Virgen de Guadalupe, la cual perdería años después en una borrachera. Su mamá le puso bastante fruta y le pidió que la comiera toda. Al despedirse le dijo que volvería y construiría una casa grande con muchas empleadas para que ella no vuelva a lavar ropa de los vecinos. Recordaba verla llorar cuando partió el bus. Recordaba siempre la misma historia de su mamá cuando estaba borracho.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al leer esta historia, ciertamente una realidad de muchos, se me vino a la mente una memorable canción compuesta hace varios años atrás por León Gieco y que lleva por nombre "Solo le pido a Dios", en la misma Gieco nos menciona en una de sus estrofas lo siguiente:

"...solo le pido a Dios,
que el futuro no me sea indiferente,
desahuciado esta el que tiene que marchar,
a vivir una cultura diferente..."

Piero, felicitaciones por el post, te quedó muy bien, espero que sigas escribiendo.

un abrazo

Albert