martes, 23 de septiembre de 2008

Welcome to US ,sir

Cuando salí de Lima estaba muy emocionado. Fueron a despedirme mi mamá y mis hermanos Erika y Mirko. Nos tomamos fotos en la sala de mi casa, en la puerta del aeropuerto, en la cola para hacer el check-in, en el restaurante del aeropuerto y por supuesto al entrar a la zona de embarque. Recuerdo haber visto a mi mamá y mi hermana aguantándose las lagrimas. Aguanté mis lágrimas también.

Había viajado antes a otros lugares pero por alguna razón este viaje era diferente. Esta vez no me iba de turista, ni tampoco tenía fecha de retorno. Mi familia y yo lo sabíamos. En realidad no tenía ningún plan seguro. Solo tenía en mente que debía pagar un préstamo que tenía con el banco. Tenía en el bolsillo menos de 200 dólares. Con esa plata me iba. Nadie mas que yo sabía la situación en la que estaba. A todos les dije que quería tomarme un tiempo para pensar y de paso hacer un poco de dinero. Pero mi realidad era otra. Le debía al banco y estaba sin trabajo ya casi un mes. La liquidación de mi último trabajo más el préstamo lo usé para pagar una operación de mi madre. Tenía que pagar las letras al banco y en un arranque de desesperación compré mi pasaje para NYC. Lo decidí en un minuto, en una conversación con mi amigo Tim. Decidimos viajar juntos. Él tenía que regresar y yo…bueno tenía que ir.

Mientras viajaba en el taxi para el aeropuerto pensaba en si regresaría. Una parte de mi me decía que sí y otra que no. Miraba a mi familia y contenía el llanto. Hacia bromas para yo mismo reírme y no llorar. Les daba encargos de último momento para no pensar en lo que me esperaba. Mi hermana metió 100 dólares a mi bolsillo cuando bajamos del taxi en el aeropuerto, por si acaso se te antoje una hamburguesa con tu Coca Cola en los yunaites. Ella no sabe hasta ahora cuanto me ayudó esa plata.

En el aeropuerto me encontré con Tim.Un amigo americano que conocí en la universidad. Me había ofrecido ayudarme a conseguir trabajo en NYC o en su pueblo Charlottesville, Virginia. Nuestro vuelo tuvo 4 escalas. En cada escala me pedían el pasaporte para ver si mi visa era verdadera. También revisaban mi equipaje de mano supongo para ver si llevo drogas. En cada escala pensaba que me iban a regresar por no tener dinero suficiente para hacer turismo. Hasta que por fin llegamos a los yunaites. Era de noche y el JFK estaba atiborrado de gente. Esperábamos nuestro equipaje. Lo primero que impresiona y atemoriza son los controles extremos del aeropuerto. Me hicieron sacar los zapatos, me tomaron foto, me hicieron pasar por varios detectores de metales, un policía negro y gordo se me acercó y me sacó de la fila. Me hizo varias preguntas. Tenía un tono de voz muy amigable, incluso se presentó como Richard , but you can call me Richie . Me dijo muy amigablemente que sabía que en mi vuelo había personas que llevaban drogas. Me preguntó si yo sabía algo. Le dije que no, que nadie me ha confesado llevar droga pero si me enteraba de algo se lo decía. El reía un poco. Se acercó un policía puertorriqueño, tal vez no entendió mi inglés. Ya en español me preguntaron si llevaba drogas y les dije que no. Luego de revisar mis maletas me dejaron ir.

Tim me esperaba en la zona de migraciones. Mientras caminaba hacia las ventanillas veía como algunas personas contaban su dinero delante del tipo de migraciones. Trataba de mantenerme sereno. Tim pasó primero. Luego me tocaba. El tipo de migraciones me preguntó cual era la razón de mi viaje. Le dije que quería hacer turismo en NYC y luego ir una semana a Charlottesville. Me miró fijamente a los ojos. Pensé que me haría mostrar la plata que llevaba pero no lo hizo. Me devolvió mi pasaporte, welcome to US sir. En ese momento interiormente di un suspiro tremendo. Solo quería salir del aeropuerto para poder estar seguro que ya estaba dentro de US.
La hermana de Tim nos recogió. Dormimos en el departamento de ella. Esa noche ya en la cama mi mente estaba en Lima. No sabía qué me esperaba, no sabía qué iba hacer, ni hasta cuando, ni tampoco tenía planes de regreso. No tenía nada.

lunes, 25 de agosto de 2008

David Bowie, Leonard Cohen y otros mas

Trabajé un tiempo en un market ubicado en la “pequeña Italia”, más específicamente en la calle Prince. El barrio era bien ficho, un poco bohemio, lleno de cafés donde recitan poesía y librerías acogedoras, bares con “música clásica de fondo” y markets con flores en la puerta. Me gustaba bastante trabajar en un lugar así. De vez en cuando podía ver gente famosa, algunos incluso entraban al market. Era Ramón, un mexicano con más de diez años en NYC y cajero del local, que conocía a los famosos del barrio. Ramón hablaba poco ingles pero si lo entendía perfectamente. Me sorprendía la naturalidad con la que conversaba con algún actor, cantante o personaje famoso. Los trataba de igual a igual, como si fueran viejos conocidos. Confieso que sentía envidia por esa “amistad”. Con David Bowie, por ejemplo, visitante nocturno del market, solían conversar de música mexicana, incluso intercambiaban discos. A veces, David se animaba a tocar unas tonadas. Claro que no siempre conversaba. Leonard Cohen compró alguna vez unas galletas. Me sorprendía de él su tranquilidad al hablar y su clase al vestir. Un terno elegante y un sombrero negro tipo Gardel. A veces entraban las chicas de Sex and the City o algún actor de alguna película que vi alguna vez. El lugar no era para nada aburrido. Manhattan es así, pasa algo siempre. Cada día es una experiencia nueva.

Me gustaba caminar por ese barrio, comer lentamente un crepe con sabor a blueberry. En mis días libres iba a almorzar al barrio chino. Me gustaba (hasta ahora) la “Black tapioca” con leche y té verde, o jugo de algún sabor. Me hacía sentir muy bien haber encontrado un lugar donde a pesar de estar solo había encontrado cosas que me gustaban. Comencé a pensar que mi vida en NYC tenía un sentido, que había encontrado mi lugar en este mundo. Un lugar donde vivir. Comencé a sentir miedo de acostumbrarme a esa vida que no es mía. A sentir miedo de quedarme y borrar mi pasado a la mala. Tal vez inconcientemente estaba inventando mi felicidad para no pensar en regresar a Lima. Tal vez es solo miedo a la soledad. Tal vez es que no existe un lugar donde ser feliz. Hubiera matado porque alguien me escuchara en esas caminatas al menos un minuto para que me de algunas respuestas. En ese momento me di cuenta que habían pasado dos semanas sin hablar mas de un minuto con alguien, y nadie se mostraba dispuesto a hablar conmigo. ¿Es esta la vida que quiero?

viernes, 4 de julio de 2008

Promocion

Cierto día, mi día libre coincidió con el de Jonny. Se había levantado temprano, prendió un joint y salió. No eran ni el medio día cuando regresó cargado de bolsas llenas de ropa ficha. Se cambió y me convenció para dar una vuelta por Manhattan, era el pari(jerga de fiesta en spanglish, party)de una sobrina lejana que vivía en el uptown. Primero fuimos a un billar mexicano para empilarnos con unas Coronas y rompernos el ojo viendo a las meseras que atienden en este antro. El lugar era muy parecido a los cabaret que se encuentran en el centro de Lima, donde tomas una cerveza y una chica con minifalda te vende la cerveza mas cara de la ciudad, solo porque puedes decirle que le gustas y quieres llevarla a un lugar privado.
Tomamos unas 3 cervezas cada uno, jugamos billar y le decíamos cosas grotescas a las chicas con superminifaldas. En realidad, ninguna chica me atraía, solo no quería decepcionar a Jonny. Luego de una hora y 30 dolares menos en el bolsillo nos fuimos al pari. Era el quinceañero de una de sus sobrinas. Me presentó a toda su familia y también muchos paisanos de su pueblo. Me sorprendió la cantidad de familiares que tenía solo en New York, pero más me sorprendió la cantidad de compañeros de promoción de colegio estaban ahí. Jonny estaba feliz de ver a sus amigos después de tanto tiempo. No paraban de hablar y preguntarse donde trabajaban o vivían. Preguntaban por los que no estaban ahí. Se contaban que José se había casado con una gringa y ya tenía los papeles. Pedro estaba metido en drogas, estuvo en el bote por meses hasta que delató a sus complices, lo soltaron pero anda escondido. A Godofredo lo agarró la migra y lo regresaron a México. A otro lo habían visto vestido de mujer pero no le pasaron la voz no mames guey, ese vato te chupa la pija. Y así hablaban hasta que se quedaron sin mas nombres, ya no había mas que contar. Me acerqué donde Jonny para preguntar:
Piero-¿cuantos de tu promoción están en Usa?
Jonny-todos
Piero-no te creo
Jonny-en mi pueblo no hay trabajo, casi todos quieren venir para los yunaites . Allá todos somos campesinos. La feria que se gana es muy poca y no alcanza para vivir bien.
Piero-eso pasa en mi país también, pero toda tu promoción está en USA?
Jonny-todos crecemos con la idea de venir. Apenas tenemos quince o dieciséis nos mandan con un coyote.
Piero-tienes amigos aún en tu pueblo?
Jonny-no , ya no tengo mas que a mi abuela que no puede caminar sino también se hubiera venido.
Piero-¿y todos vienen caminando?
Jonny-ni siquiera tenemos pasaporte.no sabemos donde se saca eso.
Piero-¿qué papeles tienes ahora?
Jonny-un ID falso , lo compré en la Roosevelt por 40 dolares.
La quinceañera bailó con toda su familia el vals de Chayanne. Mientras todos aplaudíamos y mirábamos como se veían todos felices. Jonny y yo estábamos cerca de las 3 refrigeradoras llenas de Corona, Tecate, pero sobretodo de la rica Negra Modelo. En una mesa, al costado, habían un montón de pedazos de limón. Ese día comí un montón de tacos y el rico mole. La música también era nueva para mí: corridos, rancheras, reggaeton, bachatas y un poco de rock.
Algunas chicas se me acercaban para escuchar mi raro acento. Me advirtieron que todas tenían pareja o eran menores de 21, así que no me acercara mucho a menos de que quiera pelear o ir a la cárcel. Con ese panorama desalentador, lo único que me quedaba es la compañía de la Negra Modelo.
Las cervezas se acababan, la gente se iba yendo, algunos borrachos dormían, la pista de baile tenia solo una pareja, en la cocina ya no había tanto trajín, Jonny se despedía de sus amigos de infancia, de colegio. De repente no los vuelva a ver hasta el siguiente quinceañero. De pronto solo estaban algunos familiares, la quinceañera, Jonny y yo. Ya sus amigos se habían ido. Nosotros nos fuimos también. Caminamos bastante, no sabía a donde íbamos ni donde estábamos. Le pregunté si sabía donde estábamos. No respondió. Paró un taxi que nos llevó al depa. Entramos, abrió una Corona y se echó en su cama. Me quedé pensando cuantos de mis amigos habían salido al extranjero. Recordé a muchos amigos de colegio con los que pasé momentos cheveres en la secundaria, primaria o la universidad. Amigos que forman parte de mi historia. Las primeras fiestas, las primeras chicas, conversaciones interminables, borracheras de dos días, anécdotas interminables e inverosímiles. Me preguntaba por el destino de ellos. Donde sea que estén les deseo lo mejor.
(*)Ayer Wilfredo Vasquez , el trucha o trompetista, entrañable amigo del Colegio Militar Leoncio Prado partió a Japón para siempre. La calle Quilca y el Queirolo del centro de Lima no serán las mismas sin la presencia de mi hermano Wilfredo. A todos mis amigos que partieron al extranjero buscando un futuro mejor les deseo lo mejor. Espero algún día volverlos a ver para recordar aunque sea por un rato aquellos momentos donde eramos complices inseparables.

miércoles, 18 de junio de 2008

Mario Vargas Llosa en New York

Hace unos días leí un artículo de Mario Vargas Llosa acerca de su estadía en New York. El artículo señala perfectamente lo rica que es la Gran Manzana en cuanto a oferta cultural. Como él mismo dice NYC se ha convertido en este tiempo en lo que fue París para muchas generaciones anteriores: el lugar donde los jóvenes artistas y creadores quieren llegar. Pero lo mas interesante del artículo es como termina. Mejor dejemos que el maestro lo diga en sus propias palabras:

"...he pasado dos meses intensos y exaltantes en esta efervescente ciudad.Vivía en los alrededores de Union Square, un barrio muy simpático y animado, donde incluso encontré cafés a la europea donde podía ir a leer el periódico y a garabatear unas notas tomando un cortado. Y donde se halla Strand, la librería de compraventa de libros antiguos más grande del mundo. Vi exposiciones magníficas y algunas obras de teatro- una de Beckett, con John Turturro, sobre todo-espléndidamente montadas. Y películas, muchas películas, aprovechando el festival de Tribeca, que trae a New York en el curso de diez días largometrajes de todo el planeta.Y, sin embargo, siempre tuve la sensación de que a esta maravillosa ciudad le faltaba algo para sentirme totalmente en casa. ¿Qué cosa?Vejez, historia, tradición, antigüedad. Eso que es el alma secreta de cualquier ciudad europea y hasta de la aldea más desamparada e ínfima, esa invisible presencia que establece un vínculo entre hoy y ayer, esos siglos de aventuras, guerras, proezas artísticas y conmociones históricas,religiosas y culturales, de los que ha resultado la civilización en la que vivimos. En New York todo es tan reciente que da la sensación de que el pasado nunca existió, que la vida solo es futuro en trance de hacerse. Será que ya no soy joven, pero esa sensación de que no hay vida detrás, que toda ella está solo por delante, me produce cierta angustia y una sensación de soledad."

Creo que MVLL tiene mucha razón, en NYC hay muchas identidades y al mismo tiempo ninguna. A pesar del mar de personas que caminan por sus calles diariamente se puede sentir una ausencia , un vacio que te impide sentirte como en casa. Diría que los neoyorkinos forman una , paradojicamente, multitud solitaria. Sobretodo los migrantes, tenemos una historia detrás, a veces triste o alegre,pero tenemos un pasado que nos liga a un lugar. Aquello que nos hace ser como somos. Aquello que nos identifica. No se trata de exaltar patriotismos. Se trata de aquellas historias que nos forman como personas, que pasan en nuestra niñez o adolescencia, que algunas veces pasan desapercibidas para la razón pero el inconsciente las capta. En NYC buscamos un futuro muchas veces tratando de olvidar nuestro pasado, pues allá no importa.

(*)El artículo de MVLL salió publicado en El Comercio, el 15 de Junio del 2008 en la pagina A4.

jueves, 5 de junio de 2008

Dishwasher parte 2

Llegué al depa cansado, lleno de tanta comida y un poco borracho. Esa noche no pude dormir. tenia en mente las historias del chef italiano, que en su juventud asistió al ejercito y luego se convirtió en chef para desgracia de cientos de mexicanos que estuvieron y están bajo sus ordenes. Me habían prevenido que responda “Yes, Sir” de manera militar a todo lo que me ordene. Estaba prohibido decir que no. Estaba prohibido quedarse callado. Tampoco le gustaba la gente lenta, nueva, recién llegados que estudiaron en la universidad en sus países, los que preguntan, ni mucho menos los que reclaman. Cada historia que contaban mis compañeros hizo que ese día no durmiera tranquilo a pesar del cansancio.

Me levanté, entro a la ducha para sacarme la grasa que tenía pegada en los brazos, miré mis manos, seguí bañándome. Eran las 10 de la mañana, mi turno empieza a las 11. Salgo rápido no quiero llegar tarde. El subway se demora en llegar. Tengo el tiempo exacto para llegar. Por fin llegó, subo, como nunca se demora en cada estación, bajo, corro, llegué. Bajo al basement, me pongo el uniforme, una pañoleta en la cabeza y entro a la cocina. Al cruzar la puerta me cruzo delante del chef. Lo saludo diciendo “buenos días”. Dentro de mí, pienso en lo estúpido que soy por hablarle español, y digo, “good morning”. Me clava la mirada, no responde, y grita ¿Quién es este way?. Fermin, el mexicano al mando, le dice que soy el nuevo. Me mira de nuevo y gritando me dice “estas tarde pinche way, ponte a lavar toda esa mierda(señalando las sartenes sucias)?. En ese momento, no sabía si pedirle que bajara la voz o decirle que no estaba tarde, que mi nombre era Piero y era de Perú o que sabía lo que tenía que hacer y no tenia que repetírmelo. No dije nada, fui al lavadero, abrí el caño, vi mis manos una vez más, agarre una sartén aun caliente de las veinte que tenia allí por lavar, y empecé a restregar.

Se acercaba la hora del almuerzo y los cocineros necesitaban todas las sartenes limpias express time. Roberto(*) vuelve a entrar a la cocina sacando los tickets que llegan con las ordenes de los comensales. Comienza a gritar las ordenes “una putanesca, dos ravioles,tres cesar express time”. Comienza a mirar a todos, me mira, se dirige hacia mí, me grita “bastardo necesitamos esas sartenes express time”. Repite lo mismo pero ahora mucho más fuerte. Agarra un plato sucio y lo tira al suelo, repitiendo lo mismo pero cada vez más fuerte. Volteo y le digo que hago lo que puedo. Se me acerca a 5 centímetros de mi cara. Era un poco más alto que yo, 185 centímetros aproximadamente, mucho más alto que los mexicanos que miden no mas de 160cm. Era totalmente calvo, podía ver como sus venas sobresalían en su cabeza cada vez que gritaba. Sus ojos brillaban y me pregunta ¿entiendes español?, le digo que sí, y grita de nuevo pero esta vez a Fermín ¿no le dijiste a este bastardo como debe responder?. Fermín me grita “pinche way tienes que responder Yes Sir,¿ eres bruto acaso?. Se acerca donde mi, agarra una sartén sucia, abre el caño de agua hirviendo, hecha un poco de jabón y restriega la grasa. Hizo lo mismo con otras 2 sartenes mas, lo hizo en menos de un minuto. Al terminar la tercera, me preguntó gritando, ¿has entendido way?, quiero verlas así.

La hora punta del almuerzo había terminado. Los cocineros y meseros se turnan para comer, por si acaso llegue algún comensal al restaurante. El chef sale a fumar un cigarrillo. Se siente mas calma en la cocina. La gente rie un poco, los meseros nos traen cervezas del bar, las cocinas se apagan. Entra la mesera bonita preguntando a Fermin que comerán ese día. Los meseros siempre mandaban a la mesera rubia a preguntar cual era el menú para ese dia. Pues sabían que sólo ella podía convencerlo de cambiar el menú o agregar algún plato. Era una chica de Kentucky, una rubia que parecía una diosa, sonrisa perfecta, cabello lacio, cuerpo atlético y caderas voluptuosas. No sabia español pero los mexicanos la entendían perfecto. Ella sabia lo que tenía y lo que podía conseguir. Solo tenía que pedirlo y al instante alguno de los mexicanos se lo prepararía. Normalmente, Fermín le preparaba lo que pedía y todos comíamos lo mismo pero cuando el plato era más refinado y caro, entonces solo se lo hacía para ella, y el resto comíamos pasta. Al parecer ella no estaba interesada en nadie, pero a los mexicanos les gustaba insistir y siempre me hacían traducirles algunas frases románticas. Fermin tenía la ventaja sobre todos, incluso sobre los meseros que sí hablaban inglés. Fermin no solo le preparaba las cosas que ella quería sino también era el jefe ante la ausencia del chef. Antes de que acabara el break me llamó al bar donde también estaba la rubia. Me pidió traducir “voy a ser el nuevo chef del restaurante dentro de 6 meses”. Luego de eso me ordenó regresar a la cocina. No se si la rubia aceptó salir con él pero Fermín sí tenía un argumento convincente. Luego regresé a mi estación para terminar con mis trastes del almuerzo.
(*)Roberto Passon es un afamado chef italiano. En su pagina web pueden ver el restaurante donde trabajé e incluso una foto de él. http://www.robertopasson.com/

martes, 20 de mayo de 2008

El Dishwasher


A veces pienso que estoy soñando por estar Nueva York. Había logrado lo que muchos quieren en países tercermundistas como el mío. Se supone que debo “trabajar como negro en USA para regresar a mi Perú y vivir como blanco”. Es lo que muchos hacen. Pero no es mi caso. En un mes he pasado por 4 trabajos: 1 de lavaplatos, 2 de reponedor en un market y 1 de busboy. No me siento cómodo en ninguno de ellos. Lavaplatos es tal vez lo peor que uno puede hacer. Siempre puedes conseguir ese trabajo, pues la mayoría renuncia al poco tiempo de conseguirlo. Mi primer día como lavaplatos mis manos se rajaron y se formaron “lenguas”en mis palmas por lo humedecidas que estaban. Me dieron el trabajo apenas pregunté en el restaurante. ¿Qué tan difícil puede ser lavar los trastes de comida?, he hecho eso en mi casa, pensé. El manager, un uruguayo gordo y pedante, me dijo sonriendo que el laburo era fácil ya que tenían maquina para lavar platos, sólo vas a lavar las sartenes y poner las cosas en su sitio. Ah, eso si peruchito, si te vas antes de la semana no hay paga. En ese momento , pensé que tenia suerte y me alegre, acepté empezar ese día. A la media hora de estar restregando sartenes la alegría desapareció. A las dos horas mis manos estaban con ampollas. Las sartenes se me acumulaban en el lavadero. Los cocineros, mexicanos todos, las tiraban desde lejos y gritaban necesito la pinche sartén de metal, express time[1]. A la mitad del turno, tuve un break para comer. Miré mis manos y estaban entumecidas y arrugadas. Mi ropa olía a detergente, estaba completamente mojado y lleno de grasa. Justo ese día se me ocurre ponerme polo blanco.

Comí en 5 minutos para terminar de lavar las sartenes. Todos me miraban y se daban cuenta de lo nuevo que era. Uno de ellos me dijo todos empezamos así. Otro me dijo recién llegaste a USA, se nota. Fermin, un mexicano con 10 años de experiencia en la cocina, era el mas antiguo de todos, repartía las tareas y coordinaba los platos del día junto con el chef. Burlándose de mi ordenó a Salvador el otro dishwasher que me enseñara como lavar. Salvador, tenía varios años como dishwasher pero poco tiempo en ese restaurante, me dijo que lavara más rápido pues al día siguiente era su descanso y estaría solo haciendo el trabajo de los dos, además si te ve el italiano(el chef).

Ese día fue uno de los más largos de mi vida. Salvador terminó de lavar su mitad de las sartenes y se fue. Los demás mexicanos también se fueron. Estaba solo con dos torres de sartenes grasosas. Tenia sed, hambre y sueño. Llegó el pora, persona que limpia la cocina cuando el restaurante cierra. Eran las 2 de la mañana y falta ahora solo una torre. El pora me ve, se compadece, me ayuda, me invita comida que los comensales dejaron en los platos, tomamos vino tinto de las botellas abiertas y copas semillenas. Éramos por un momento los comensales de ese restaurante. Solo que todo era selfservice y gratis. Ese dia habrémos comido platos y bebido vinos por un valor que no podríamos pagar con nuestros sueldos. Ese fue un buen día.

[1] En el mundo de los restaurantes se suelen usar ciertas jergas para agilizar las cosas. En este teníamos unas 3 que siempre usabamos, express time significa que se tiene que hacer ya mismo , en el acto. Anytime, significa que el pedido puede esperar pero se debe ir preparando. Hot plate, significa que estes atento, también significa permiso, mira lo que esta pasando, cuidado o puede significar también que el chef o algún jefe esta viniendo.

martes, 1 de abril de 2008

Gerardo, el chef mexicano

Mis roommates eran buenos cocineros. Casi todos sus trabajos habían sido dentro de la cocina. Gerardo era el más hábil de todos. Era chef en un restaurante italiano en una zona exclusiva de Manhattan. Llegó a NYC el día que cumplía 16 años. Lo esperaba un primo que no veía desde que tenía 10 años. Hablaban rara vez por teléfono. A Gerardo le gustaba escuchar las historias de su primo, sobre edificios grandes, esos que se ven en las películas. Su primo siempre le ofrecía recibirlo y ayudarle a conseguir trabajo, no te preocupes carnalito ven, que aquí tienes todo, eso sí, el trabajo es duro.

Su primo había cambiado, casi ni lo reconoció cuando se encontraron en el Grand Central Terminal, en la puerta de Starbucks. El día que lo recibió le invitó unas Coronas para celebrar su cumpleaños que luego se las cobraría, en los yunaites nada es gratis, carnalito. Gerardo estaba cansado del viaje que había hecho sin parar desde México. Había caminado dos noches por el desierto junto con otras 35 personas. Lo habían trasladado en camionetas 4X4 por lugares donde no había pista. Tomó el Greyhound seis veces para llegar a NYC. En el camino solo comió hamburguesas. El coyote lo dejó en el Grand Central Terminal.

Consiguió trabajos de pora, que es el que limpia la cocina cuando el restaurante cierra; también trabajó de lavaplatos o disguacho, como decía él. Trabajó todos los días, sin descansar pensando en ahorrar para enviar dinero a su familia en México, construir su casa, traer a su hermano y regresar algún día a su pueblo convertido en un magnate. Luego de un año no tenía mas de mil dólares. Esta pinche ciudad es cara.

La imagen que tenía de USA había cambiando bastante. Ya no le gustaban los edificios grandes, ni la estatua de la libertad. Se sentía solo a pesar de tener a su primo, al cual casi ni veía pues trabajaba como él pero en horarios diferentes. Empezó a tomar y fumar marihuana en sus días libres. Luego lo hacia antes de trabajar y luego todo el tiempo. Sin embargo, era bueno cocinando. Aprendió a cocinar comida italiana rápidamente. Lo ascendieron de lavaplatos a ayudante de ensaladero, luego a ensaladero, al mes lo pasaron a la parrilla, y finalmente lo pasaron a la cocina. Dentro de la cocina mandaba y gritaba a todos los demás mexicanos, fuera de la cocina solo era un borracho mas de los que abundan en el Bronx.

Cuando lo conocí me preguntó qué buscaba en US, le dije que quería dinero y conocer NYC. Me dijo aquí no hay nada que conocer. Conforme pasaron los días me fui dando cuenta del por qué de su pesimismo. La vida en US no es como esperas que sea cuando estas en tu país. Tal vez ganes un poco mas que en México o Perú, pero lo cierto es que pierdes otras cosas. Como el cariño de tus familiares, las conversaciones con los amigos, una buena comida casera, etc.

Gerardo no había acabado el colegio cuando su familia junto el dinero que pedía el coyote para cruzar la frontera de mojado. Recordaba siempre como su familia lo despidió del bus que lo llevaba al DF. Su mamá le dio un dije de plata con la estampita de la Virgen de Guadalupe, la cual perdería años después en una borrachera. Su mamá le puso bastante fruta y le pidió que la comiera toda. Al despedirse le dijo que volvería y construiría una casa grande con muchas empleadas para que ella no vuelva a lavar ropa de los vecinos. Recordaba verla llorar cuando partió el bus. Recordaba siempre la misma historia de su mamá cuando estaba borracho.

un dia despues de trabajar

Son las 8am , acabó mi turno en el market. Estoy bastante cansado y es probable que duerma en el subway. La gente en Manhattan despierta temprano. Las calles están llenas de carros, las tiendas se abren, hay “carritos” de hot dogs de $1.5 y café de $1.0. Un batallón de personas en traje sastre, con celular en una mano y un maletín en la otra, atropellan todo lo que encuentran a su paso. Camino hacia la estación Prince, puta mare la maldita estación esta cerrada, tengo que caminar unas cinco cuadras para tomar el subway en la siguiente estación.

Cuando recién llegué a New York me gustaba viajar en el subway, gentes de todo el mundo hablando (algunos gritando) en idiomas totalmente desconocidos para mi, me gustaba escuchar sus conversaciones y trataba de imaginar lo que decían. A las 8:30 de la mañana, luego de 12 horas de trabajo, dicho viaje es placentero solo si encuentras un sitio libre, lo cual es muy difícil a esa hora. Todo es “rush hour”, todos hablan del bendito rush hour.

Manhattan que hermosa y fea eres. Eres un monstro que te recibe bien, te seduce para luego abofetearte. Ya pasamos Harlem. El subway luce diferente, con menos gente , ahora solo se ven latinos y negros. Ya estoy sentado pero no quiero dormir pues faltan cinco o seis estaciones para bajar. Me quedo dormido, me paso una estación, estoy en la estación Intervale, tengo q caminar unas siete cuadras, carajo. Trata de estar positivo recién es miércoles y mi día libre fue el lunes. Hay una market donde venden algo parecido al pan francés, no como el que se consigue en mi barrio en Lima, pero no he comido pan en dos semanas. Compro 3 panes y dos Coronas.

Mi barrio en el Bronx esta lleno de “projects“ donde viven negros y portorriqueños. Los mexicanos y el resto de latinos somos la minoría más grande en estos barrios. Vivo en Prospect Avenue a dos cuadras de la estación del mismo nombre. A este barrio solo entran los bravos, hay una lucha continua entre negros y portorriqueños contra el resto de latinos. No es que haya visto grandes cosas pero si mis roommates tienen pistola debe ser por algo.

Comparto mi departamento con cuatro mexicanos. Los hermanos Gerardo y David, nacidos en Puebla, de 23 y 19 años; Elvis y Jonny, nacidos en Guerrero, de 22 y 21 años. Salvo David que tiene dos años en US, todos tienen 7 años en US. Todos cruzaron la frontera de mojados, caminando con ayuda de coyotes.

Son las 9:25 am., en mi departamento mis compañeros están durmiendo aún. En la cocina esta Elvis. Tiene en la mano una Corona a la mitad y ocho vacías. También hay bolsitas de coca vacías. La radio esta prendida tocando unas rolas, “esas canciones que me hacen querer regresar a mi México”. La sala llena de humo de cigarrillo y mariguana. Jonny esta en el cuarto también con una Corona vacía. El sol comienza a quemar y entra por la ventana. La alfombra esta demasiado caliente para dormir. Hay cucarachas en el suelo. Intento comer un poco, plátano, pan y las dos ricas Coronas. Me siento un poco mareado, tal vez es sueño. Ya no me importan las cucarachas. Ya no las veo. Escucho a Jonny roncar, las rolas a lo lejos y sus gritos mexicanos. La alfombra quema, el sol me cae en la cara. Estoy sudando como mierda. Una lágrima me cae, no se bien por qué. Termino mi segunda Corona y me lamento de no haber comprado todo el six pack.